¿Tienes más de 50 años? ¿Has perdido tu trabajo por la razón que sea?
Quizás estás desempleado, deprimido y te sientes impotente. De hecho, es posible que, incluso tengas menos de 50, pero ya tienes alguna edad y te sientes desesperado porque parece que no puedes conseguir un trabajo.
El patrón ya viene de lejos. “Hombre de mediana edad frustrado por falta de perspectiva laboral”.
La última crisis económica, también la pandemia y su parón económico mundial puede que hayan terminado oficialmente, y para muchos segmentos de la población, las cosas están mejorando. Bueno. Ahora estamos con lo de Ucrania. Y eso no va a ayudar ¿verdad?
Y sin embargo, todavía demasiados se están hundiendo, luchando por conseguir un empleo digno, como piensan que les corresponde. Y topan con la cruda realidad. El desempleo o subempleo de larga duración se ha convertido en una forma de vida. Trabajos que antes estaban bien pagados, ahora no lo están. Profesionales de gran valía con amplios conocimientos de sus sectores están malviviendo.
Y, además, ven como muchos jóvenes sin apenas experiencia emprenden negocios que les permiten, en el peor de los casos, sacar un sueldo para sus cosas y, en muchos casos, lanzar proyectos en Internet que les dan beneficios.
¿Y los maduritos? ¿Qué pasa con ellos? Siguen intentando recuperar o conseguir unos puestos de trabajo que ya no son lo que eran. Y se frustran cada vez más porque no entienden que todo ha cambiado y, además, si se dan cuenta, no saben como romper con la brecha digital que les permitiría, con todos sus conocimientos, hacer una nueva vida.
Este tema, para mí, es personal.
Sé lo que se siente auto marginado porque no tienes trabajo y tratas de preservar lo que tienes “por si acaso”. Y también ser juzgado por otros como si hubiera algo malo en ti, como si estuvieras todo el día viendo la tele y paseándote por placer. Lo que es empezar a sentirte cada vez más deprimido, desmoralizado y desesperado, cuando tres meses de desempleo se convierten en seis, y luego continúa durante un año o más; y que, rechazo tras el rechazo, notas como si te pusieran encima una losa que se vuelve aplastante, humillante y que empieza a hacer sentir un inútil.
Sé lo que es mantener la cabeza más o menos en orden, a duras penas, preguntándome cuándo desaparecerán repentinamente los últimos ahorros o recursos. Y saber que después no hay más. Apenas algunos beneficios de subsistencia o ayudas de familiares o amigos.
Dejándo de lado los impactos económicos, llega el momento en que pierdes la confianza. Te desgastas. Subsistes en el borde de tu propia vida. Te aferras a algunos buenos momentos y recuerdos pero, al final, se emborronana y empiezas a rendirte.
Y ahora ya ni entras en las «estadísticas». Ha pasado demasiado tiempo desde tu última relación laboral. Y tratas de hacer cualquier cosa. Ya no quieres el trabajo que soñabas que conseguirías con “esta nueva oportunidad en tu vida” que parecía quedarte desempleado. Ahora limpias garages o friegas escaleras. Si tienes suerte y no hay alguien más joven que cobre menos.
Imagina la situación de una amiga con la que estuve hablando sobre el tema de tener más de 50 años, 61 en este caso, y empezar a enfrentarse a buscar trabajo sin tener muchas de las habilidades técnicas que hoy se exigen, y enfrentarse al desempleo a largo plazo, más de 61 años con la necesidad de ganarse la vida, más de 61 años y sin dinero para reorganizarse, más de 61 años y ningún lugar adonde acudir porque su empresa cerró y su sector está desapareciendo. Y además, parte de su salario era variable y desde la pandemia esa parte desapareció. Un ERTE, una quiebra, el trauma de llevar en la empresa desde muy joven. Se quedó en la calle después de una larga carrera como técnica comercial. Y sigue buscando trabajo sin éxito.
Ya. Lo se. Lo he vivido. Es muy fácil hacer recomendaciones bien intencionadas. Sin embargo, muchos asumen que hay dinero para pagar formación adicional que necesita, que no hay obstáculos de salud que limiten las opciones, que hay para coger el coche cada vez que lo necesites y, por supuesto, un techo digno. En muchos casos así es, afortunadamente. Pero en muchísimos casos no.
Los orientadores de las oficinas de empleo podrían aconsejarte que mantengas una mente abierta y flexible, que consideres irte a vivir a otra ciudad más barata para vivir si tienes posibilidad y, según muchos gurús de la New Age y del Pensamiento Positivo, mantén una gran sonrisa en la cara y “todo irá bien”. Esta sandez la he escuchado ya no se cuántas veces en los últimos año. Y tampoco se cuántas veces me he desanimado más cuando he escuchado tonterías similares. ¡Y cuántas veces me he tenido que morder la lengua para no decir lo que pensaba al respecto!
Es más que complicado sonreír felizmente si tienes delante una pila de facturas, tus hijos necesitan algo que sabes que no puedes pagar, tus deudas se hacen más grandes y apremiantes. Pero lo peor. Tu experiencia laboral anterior es tan buena como expones en tu curriculum vitae, pero tu, al final, nunca llegas al final del proceso: “Le llamaremos, tiene usted un curriculum excepcional”. Se ve que en todos los casos pierden el teléfono. Es difícil seguir luchando y recuperarse anímicamente cuando te sucede una y otra vez. La realidad es que las palabras bonitas y las propuestas “happy” no se tienen en pie y no se puede superar la barrera de la discriminación por edad. Y el sesgo de edad en el trabajo es real, es un muro que puedes tocar con la mano.
Recuerdo un consultor sincero. Me dio una patada en los hígados, pero me dijo una verdad enorme: “Si tienes más de 47 años estás muerto para el mundo laboral en la mayoría de los casos. Hazte a la idea y jugarás con ventaja”.
Y si, hay formas de salir adelante en algunos casos si tienes conocimientos, habilidades y recursos que te permiten establecer tu propio trabajo. Pero, de eso, hablarémos más adelante.