Hay que ser realistas. Cada día, para muchos mayores, se hace más cuesta arriba levantarse por la mañana y empezar a luchar para recuperarse de esa sensación de inseguridad que va cuajando lentamente con el paso de los meses o, en ocasiones, años, y cuando las suposiciones que uno tenía sobre lo que vale parece que ya no se sostienen, y que empieza a no poderse superar ese prejuicio de la discriminación por la edad. Y si, además, eres mujer, el sesgo por edad es todavía más brutal. Y en los puestos de trabajo en los que la apariencia es relevante, hay verdaderas barreras contra “las viejas”. Ya no solo es que deban superar el prejuicio de la edad, sino que también tienen que romper la pared del “aspecto”.
Y, sin embargo. Todos los que tenemos una cierta edad, también tenemos mucha más resiliencia y eso nos ayuda a seguir luchando. Si tienes 50, 60 o más, sigues empeñándote en buscar un trabajo porque es lo que, durante años, nos han dicho que hay que tener y hacer.
Sin embargo las últimas crisis económicas, la pandemia, la situación económica de incertidumbre, la inflación, hace que sobre los trabajadores mayores caiga el peso añadido de la edad para reincorporarse a la actividad laboral y económica. Los repuntes económicos siguen dejando atrás a muchos de los que tienen “taitantos”.
Sin embargo, mi primera experiencia con este tema no es de ahora. Viene de 2005. Y desde entonces vengo observando que el desempleo de larga duración entre los trabajadores mayores ha ido tomando más cuerpo, se empezó a hablar más de ello en 2010 y, en poco tiempo, se pasó a otra cosa. En mi entorno que, evidentemente, no es de personas de veintitantos (salvo mis hijos y los de mis amigos), lo hemos comentado muchas veces y un tanto por ciento los desempleados de 55 años o más, han seguido buscando empleo en sus sectores, primero, y en otros después, con poco éxito.
Además, la primera vez que llegué al desempleo, me ilusionó la oportunidad de hacer cursos que me capacitaran en nuevas habilidades, conocimientos o competencias. Y hay algo que, ahora, transcurrido un tiempo, me llama la atención, aunque en aquel momento no. Casi todos los que estábamos, en una proporción de dos tercios, éramos gente entradita en años.
Si bien he seguido en contacto con algunos de ellos, salvo algunos casos raros, no encontraron trabajo en aquello que se habían “actualizado” e, incluso algunos, prefirieron mantener las diferentes “ayudas” hasta llegar a la edad mínima para jubilarse.
¿Y a qué reflexión nos lleva esto? ¿Y la preocupación sobre dónde estaremos en unos años, cuando vuelvan a cambiar las condiciones económicas o las finanzas públicas no sean sostenibles para pagar jubilaciones? ¿Nos arrollará la bola de nieve económica?
Y es curioso, porque hay muchísimas personas que siguen buscando ocupaciones con oportunidades de crecimiento y fórmulas de trabajar, bien de forma autónoma, o bien a tiempo parcial. Aunque lo más habitual, por desgracia, es que acaben trabajando en un trabajo mal remunerado y en el cual les pagan en negro.
Y hay, ciertamente un campo de alto crecimiento en la economía social. Y esos sectores son los del cuidado personal y la asistencia a mayores, bien en centros, bien en el hogar. Y, salvo casos muy excepcionales, es evidente que son campos en los que los mayores no son bien recibidos como trabajadores, salvo en el caso de limpieza o de vigilancia de accesos y, en estos casos, con condiciones bastante pobres en general.
Es evidente que, si eres fisioterapeuta o tienes formación en terapias de la salud, tienes alguna posibilidad, pero si requiere mucho esfuerzo físico, rotaciones de horarios y cambios de lugar de trabajo, una persona mayor tendrá, en muchas ocasiones, menos flexibilidad que alguien más joven. Solo en el campo de la medicina y otras áreas especializadas, es más llevadero, aunque tampoco es una bicoca.
Tengo una gran amiga. Médico de familia. Por circunstancias familiares, con 64 años tendrá que seguir trabajando durante varios años más allá de la edad de jubilación y, según me cuenta, cada día le cuesta más adaptarse a los cambios de turnos y a hacer guardias. Por supuesto, esto nos lleva a reflexionar que, dentro de lo que cabe, uno debe estar en buena forma física para realizar estos servicios.
En cuanto a la formación, si tienes fondos para mejorar tus habilidades en esos campos y obtener las certificaciones, mejorarás las posibilidades. Pero también hay que tener en cuenta lo que comentaba antes de los cambios de lugar de desempeño del trabajo o de turno, lo que implica que necesitarás acceso a transporte público o dinero para un coche, seguro y gasolina para viajar a donde te manden.
Incluso si pensaras en hacer la transición de tu formación a otra área laboral, ¿cómo podrías hacerlo sin transporte ni dinero para adquirir nuevas habilidades? Es probable que llegaras a sentirte impotente y que encontraras que no tienes opciones que sean razonables para empeñar tiempo y recursos en ello.
Vale la pena mencionar cuando hablamos del sesgo de edad, también debemos ver el lado positivo de esto. En muchos casos, hay que hablar de la importancia de tirar de la agenda de contactos que hemos atesorado durante años de desempeño laboral, y aplicarla a la búsqueda de empleo. Y eso es una posibilidad de éxito a favor de muchos trabajadores mayores de “taitantos”, que están teniendo resultados al saltar fuera de los canales normales de búsqueda de empleo y retomar su vida laboral de manera independiente o con empresas que ya les conocen.
No siempre es garantía de encontrar un puesto de trabajo en alguna empresa en la que tenemos contactos, pero puede ser la base de entrar a hacer lo que hacías para ellos de forma autónoma. En el campo de los servicios, la consultoría y la formación es en donde más se ha dado este fenómeno que está abriendo puertas a los que peinamos canas para volver a la arena laboral.
Pero… ¿Cómo lo hago? ¿Qué pasos doy?
Bueno, todo requiere un estudio, porque hay que tener en cuenta que quizás les puedas ofrecer cosas que antes, al ser empleado de una empresa, no podías y, ahora, tus posibilidades aumentan. Para eso, audita tus experiencias, no solo laborales.
En el próximo artículo te contaré algunas ideas que te ayuden en esas reflexiones para dar el paso.
No se de quien es la frase, pero la hice mía hace años: “EL PRIMER PASO NO TE LLEVA A DONDE QUIERES LLEGAR, PERO TE SACA DE DONDE ESTÁS Y TE PONE EN MARCHA”.