La hipnosis es un estado especial de conciencia, que nos lleva a una forma aumentada de la atención focal, la disociación de la conciencia periférica, y una mayor capacidad de respuesta al sistema natural de seguimiento de señales del cerebro. La hipnosis, desde hace muchos siglos, ha demostrado eficacia en el control de los síntomas físicos y la percepción de los mismos, como dolor, presión, ritmo cardiaco. Y es el dolor en lo que me quiero centrar hoy. ¿De dónde viene realmente el dolor? ¿Nos duele el lugar qué nos duele? ¿Cuántas partes de nosotros están implicadas en el dolor? El dolor es un síntoma habitual en la práctica clínica de cualquier disciplina que tenga que tratar pacientes, y no solo tiene un foco. Incluye comportamientos específicos, discriminación sensorial, afectiva y de cognición, además de generar todo un ritual de activación de nuestro sistema nervioso, que puede llevar a cambios físicos permanentes que facilitan la reaparición de las crisis de dolor o que este se convierta en crónico y que aumenten sus fases agudas. Durante los últimos años, las técnicas no farmacológicas han empezado a tomar más y más presencia en el tratamiento del dolor. Basándose en la observación, los científicos empezaron a tener en cuenta otras opciones. Los sistemas de relajación, como los de Schultz o Jacobson, totalmente estructurados y que llevan a la persona a un estado en la que los músculos no responden de forma reactiva, creando una mejor sensación de control sobre el dolor, cambiando así la percepción del mismo. Y, cada vez más, los enfoques conductuales para controlar el dolor, como la hipnosis, han demostrado ser analgésicos muy eficaces, pero está todavía poco extendido su uso en el ámbito clínico.
Es difícil describir la hipnosis. Tras la inducción por el hipnoterapeuta, el cerebro del paciente, entra en un proceso a través del cual hay un cambio de la percepción, las sensaciones, tanto internas como externas, así como el pensamiento y la estructura cognitiva. De esta forma el paciente entra en un estado en el cual, a través de las sugerencias del hipnoterapeuta, puede pasar a tener nuevos comportamientos y criterios, siempre que todo ello no vaya en contra de los valores más profundos de la persona.
La hipnosis es uno de los métodos más antiguos utilizados para el tratamiento del dolor y otros conflictos de salud, pues ya se utilizaba en Egipto en la época de los faraones o en la Grecia clásica. Sin embargo, en los últimos años, se ha producido un aumento del interés en relación con la hipnosis y otros sistemas de atención focalizada, como la sofrología, en el tratamiento del dolor y otras afecciones. Y las últimas investigaciones en Neuro-ciencia, indican que un uso repetido de técnicas de que cambien los estados internos, permiten un cambio duradero en el cerebro que mejore el rango de percepción del control sobre el dolor y sobre aquello que nos afecta. La importancia de la función cerebral durante el progreso y el tratamiento de dolor crónico, la evidencia de la influencia que tienen las técnicas no farmacológicas en la neurofisiología de los procesos dolorosos, han abierto una nueva fuente de esperanza para paliar el dolor crónico. Y en este caso la Hipnosis, es la mejor herramienta, ya que ha demostrado que puede dirigir al paciente, a través de las sugerencias del terapeuta, a través de unos pasos concretos, pautados y estructurados para ir eliminando las capas componentes del dolor.
Asimismo, a través de la hipnosis, se puede aumentar la capacidad propioceptiva de la persona, y así darle herramientas a través de las cuales pueda cortar algunos de los procesos dolorosos de forma casi automática y rápida. También le ayuda al paciente al mejorar su capacidad de imaginación y la utilización de forma direccional de la misma, para su propio auto tratamiento en casos de crisis agudas.
La hipnosis, como parte de nuestra experiencia cotidiana, es cada día más aceptada, entendiendo por estado hipnótico el aumento de la atención focalizada y la disminución del campo de percepción periférica. Es por ello que cualquier persona puede entrar en estado hipnótico. Todos lo hacemos varias veces al día. Incluso hay quien defiende que es al revés, que estamos en un estado hipnótico casi todo el tiempo, salvo momentos de lucidez consciente. Pero eso, lo trataremos más adelante.
Déjame que explique mi propia experiencia. Y, en este caso, no como terapeuta, sino como paciente de dolor. Durante años, por circunstancias qué, a día de hoy, todavía no ha habido médico que haya podido explicarme, estuve diagnosticado de neuralgia de trigémino. En ocasiones el dolor era tan fuerte que pensaba que no valía la pena vivir. La solución habitual. Pastillas, inyecciones, más pastillas, abotargamiento y una sensación de impotencia ante el dolor, que me quitaba todas las fuerzas. Y esto, durante años. Y, algo en mi interior dijo: ¡NO, SE ACABO! Había meditado y hecho ejercicios de relajación durante un periodo anterior de mi vida, así que retomé ese sendero. Aprendí a reconocer las pautas del dolor, sus momentos, sus trucos, me hice su amigo para que me contara sus secretos. Y fue a través de meditación y auto hipnosis, como pude empezar a comprender cuál era el proceso de mi dolor. Y eso, me dio la ventaja, de forma que pude poner remedio a mis crisis de dolor. Y gracias a eso, entiendo cómo actúa nuestro cerebro en el proceso del dolor. Es evidente que puede haber otras Neuropatologías que no puedan ser tratadas de esta manera, pero siempre se pueden ver aliviadas en el padecimiento.
Pues bien, la Hipnosis, a través de una estructura escalonada, puede ayudar a disminuir, paliar o eliminar el dolor. En algunos casos será más difícil, en otros menos y, como dije antes, al menos el paciente tendrá una mejor calidad de vida y nuevas herramientas para lidiar con ese toro que le ha tocado en suerte.
Y no quiero acabar sin darte un truco que te ayude. Hace falta un reloj de los que hacen tic-tac, o algo que emita un sonido rítmico con tiempos fijos. En los momentos en que estés bien, sin dolor, siéntate lo más cómodamente posible y cierra los ojos, centra tu atención en el tic-tac, nada más, respira profundamente durante un rato, sin perder la atención del tic-tac, aprieta un puño y sonríe. Hazlo tantas veces como quieras y puedas. Cuando notes que el dolor empieza, cierra los ojos, aprieta el puño y sonríe. Sé que las primeras veces te costará más. Insiste. Uno de los mayores aliados del dolor crónico es el miedo al dolor. Lo sé, he pasado por ahí. Es como si cada vez que pasas por un lugar en concreto, sale un perro a ladrarte y te asusta. No siempre sale, pero cada vez que pasas por allí, estás ya con el temor y con ello aumentas el entramado de activación nerviosa. Así que, plántale cara, puedes hacerlo. Busca a un hipnoterapeuta que te ayude en tu proceso, para obtener mejores resultado, si no hoy, más adelante. Lo que si puedes hacer hoy, es empezar a decir NO, al dolor y cambiar algunos hábitos, aunque de eso, hablaremos más adelante.
(Apostilla: Lo que expongo aquí se basa en mi experiencia personal, mis propias conclusiones y estudios. Dicho esto, en ningún momento indíco que haya que prescindir de diagnósticos o tratamientos médicos. Los médicos, en su gran mayoría, son personas que realizan una labor callada todos los días para mejorar la vida de sus pacientes, en algunos casos con muy pocos medios.)