Por qué los propósitos de Año Nuevo son una mala idea.

Por qué los propósitos de Año Nuevo son una mala idea.

Ya casi estamos. Ya está cerquita. Dentro de poco llega el 1 de enero, así que es fácil que caigas en la trampa de la emoción de ver el nuevo año como un nuevo comienzo, y tal vez tengas una meta de Año Nuevo lista para poner en marcha.

Sin embargo, hay muchas posibilidades de que hacer propósitos de Año Nuevo no te haga ningún bien, al contrario, puede perjudicarte.

¿Por qué? Te preguntarás…

Bueno, según Amy Cuddy, Psicóloga Social y profesora de Harvard Business School, «Somos realmente malos para establecer objetivos razonables. Y cuando no alcanzamos una meta poco razonable, nos llenamos de ansiedad y disminuye nuestra autoestima.”

Aquí hay algunas ideas de por qué es una mala idea hacer propósitos de Año Nuevo.

 

  • Tratas los propósitos de Año Nuevo como un sprint cuando, en realidad, se trata de una maratón.

El cambio de hábitos lento y constante puede no parecer sexy ni atractivo, pero es mucho más efectivo que la mentalidad «¡Lo quiero TODO y lo quiero AHORA!». Entre otras cosas, es más razonable y eso nos lleva a mantener el logro en el tiempo, ya que nuestros sistemas vitales, tanto físicos como mentales, los integran de forma mucho más natural.

Un cambio drástico puede ser muy espectacular, pero en general, no es normal que se mantenga en el tiempo. Entre otras cosas porque el cerebro toma lo inesperado, lo repentino como una amenaza y, en consecuencia, crea una especie de sabotaje porque nos lleva a un estado en el que las cosas “no son como deben ser”, según el cerebro.

Si tienes unos cuantos malos hábitos hoy, lo último que deberías hacer es remodelar toda tu vida de la noche a la mañana. ¿Quieres perder peso? Vale, genial. Cámbialo con sentido común. Varía tus hábitos de vida. Evita las dietas estrictas y los planes de ejercicio excesivos. En lugar de seguir un plan súper restrictivo que te prohíba cualquier cosa divertida, agrega un hábito positivo por semana. Por ejemplo, podrías comenzar con algo fácil como beber más agua durante su primera semana. La semana siguiente, podrías pasar a comer 3 frutas y verduras todos los días. Y la próxima semana, podrías aspirar a comer una mayor cantidad de proteínas en cada comida. Y a la siguiente eliminar las grasas saturadas.

En general, hacemos declaraciones muy absolutas sobre “lo que hay que hacer para…” y eso activa nuestro sistema de expectativa y, al no conseguir nuestro objetivo, se nos presenta un panorama de fracaso.

Por ejemplo, puedes empezar a ir religiosamente en el gimnasio, pero en algún momento del año puede haber un período en el que la gripe te mantenga en cama durante una semana, o unos días cuando necesites dejar de lado tus planes para por cuestiones de trabajo o familia.

Otro de los puntos que nos impiden llegar a conseguir nuestros objetivos es no definir claramente a donde queremos llegar. Y, reconozcámoslo, los propósitos de Año Nuevo suelen ser bastante vagos y llenos de buenas intenciones, pero nada más.

Por otro lado, es tan inútil declarar una meta vaga y distante, como «voy a conseguir un trabajo», porque no hay nada tangible a lo que aferrarse. Como decía Brian Tracy: “Si lo que estás haciendo no te está moviendo hacia tus metas, entonces te está alejando de ellas.” Y eso es lo que conseguimos cuando no establecemos una meta concreta, con fechas, planes de acción y sensatez.

 

  • Tus propósitos de Año Nuevo están determinados por lo negativo.

Como todos, seguro que tiendes a enfocarte en las cosas que quieres cambiar de ti y las cosas que no te gustan. Genial. ¿Genial?

Cuando haces esto, estás provocando emociones negativas en ti mismo. Algunas emociones negativas pueden ser motivadoras en un momento dado, pero en su mayor parte, no son limitantes.

Una pregunta. Imagina que vas en tu coche y hay otro conductor que realiza una maniobra que te hace enfadar y te pones a gritar e insultar. ¿A quién ha afectado más esa sarta de improperios? A tu sistema glandular, a tu cerebro y a tu organismo o al de la otra persona. En pocas palabras. Acabas de echarte una bronca descomunal por algo que ha hecho otra persona y tu eres quien ha sufrido las consecuencias psicológicas y fisiológicas.

Otra reflexión. Si dices: «Voy a dejar de comer comida basura», por poner un ejemplo, te estás denigrando a ti misma/o incluso antes de empezar. Es mejor enmarcar tu objetivo dentro de un marco positivo y motivador, creativo y potenciador como, por ejemplo: «Voy a comer alimentos más nutritivos, de forma más saludable y sensata”. Eso te mantendrá con más motivación y optimismo.

 

  • Te centras en los resultados y no tomas en consideración los procesos.

Poner el foco únicamente en lo que quieres conseguir no es la forma más inteligente de conseguirlo.

Una de las máximas de la Psicología del Logro es que los procesos son parte de dicho logro. Si centras tu atención en donde quieres llegar y tratas de seguir el progreso solo con la comparación, que es lo que solemos hacer todos, tu cerebro se focalizará en lo que falta y creará sensación de fracaso. Sin embargo, tener en cuenta el proceso será totalmente diferente. Te permite generar una sensación interna de control sobre la obtención de la meta. Y eso te motiva y te da fuerzas para seguir, porque incide en lo que tu si que puedes hacer. Te pongo un ejemplo: «Si estás enfocada/o en caminar 300 kilómetros, y estás constantemente pensando en ese número de 300 kilómetros y tratando de seguir tu progreso, será bastante desmoralizador la mayor parte del tiempo, al poner en valor solo lo que hay al final. Y eso te generará una sensación de fracaso porque la comparación es entre donde estoy ahora y donde quiero estar. Por el contrario, si te centras en lo que puedes hacer AHORA, en el proceso, en CAMINAR, no hay frustración, porque estás en MARCHA para conseguir llegar a donde quieres y es una forma más interesante de abordarlo. ¡Ah! Y así el cerebro colabora mejor en tu propósito.

 

  • Sabes qué, pero no tu por qué.

La razón principal por la cual la mayoría de los propósitos de Año Nuevo fallan: sabes lo que quieres, pero no sabes por qué lo quieres.

Sí, exacto. Por ejemplo: quieres ponerte en forma, perder peso o estar saludable… pero ¿por qué es importante tu objetivo?

Porque deseas estar en forma para dar un ejemplo positivo a tus hijos que puedan admirar y les sirva de ejemplo…

Quizás quieres perder grasa para sentirte más sexy y a gusto con tu cuerpo…

O tal vez, quieres estar saludable para tener una mayor claridad, energía y capacidad de concentración que se transmitan a todos los aspectos de tu vida…

Ya sea que te pongas en forma porque quieres vivir más, ser un buen ejemplo, aumentar tu energía, sentirte sexy, tener una excusa para comprar ropa nueva o aumentar tu probabilidad de ligar… (Oye, yo no estoy aquí juzgar a nadie…) todo depende de ti. Olvídate de las nociones preconcebidas y sé sincera/o contigo misma/o.

 

  • Dependes de fuerzas externas que no tienen nada que ver contigo.

Es una mala idea incorporar a otras personas o dejar al azar el establecimiento de objetivos.

Si, por ejemplo, vas a una buscar una promoción en el trabajo, te harás un favor al enfocarte en los pasos relacionados con tu desempeño en el mismo y mejorar aquellos aspectos que te lleven a tener más puntos. Pero comenzar con la idea de que si no consigues el puesto eres un fracaso, no tiene en cuenta muchos factores fuera de tu control, como la mentalidad de tu jefe y cualquier otro cambio de rol dentro de la empresa.

Dice un aforismo que me encanta que nos podemos comer un elefante entero si lo hacemos a pequeños bocados. Entero no nos cabrá en la boca, pero poco a poco, nos lo podemos acabar todo.

Así pues, es más juicioso establecer metas pequeñas, o metas intermedias de forma constante y consistente en lugar de un objetivo enorme que no sea muy juicioso conseguir.

Pensar en grande está bien si tienes la sensatez de darte cuenta que para llegar a la cima del Everest tienes que hacer lo mismo que para cualquier otro trayecto, dar un paso tras otro, algo que ya sabes hacer, añadiendo las habilidades y competencias que necesitas para adaptarte a la altura y a las condiciones externas. Esas condiciones no las puedes manejar, pero si puedes manejar tu proceso de adaptación a esas circunstancias específicas.

 

  • Te dejas llevar por lo simbólico en lugar de lo sensato.

No es que sea un fanático de los propósitos de Año Nuevo, sin embargo, entiendo el poder del simbolismo.  Es por eso que casi todo el mundo quiere usar el 1 de enero como un día simbólico para comenzar con un cambio, una nueva vida, unos nuevos hábitos… Vale, te lo compro. Siempre y cuando sea de una forma que te permita espacio para darte varios empujones hacia una vida mejor y no te cause demasiado estrés.

Te propongo un trato, establece una sola meta pequeña como propósito de Año Nuevo y no hagas nada más. Una vez llegues a conseguirla, empieza a crecer desde ahí. Se trata de empezar con un simple empujoncito de algo que, seguro, puedes conseguir como base para más cosas y, a partir de esa base, empieza a construir nuevas mini metas que te lleven a una gran vida.

 

Recapitulando…

  1. Tratas los propósitos de Año Nuevo como un sprint cuando, en realidad, se trata de una maratón.
  2. Tus propósitos están determinados por lo negativo.
  3. Te centras en los resultados y no tomas en consideración los procesos.
  4. Sabes qué, pero no tu por qué.
  5. Dependes de fuerzas externas que no tienen nada que ver contigo.
  6. Te dejas llevar por lo simbólico en lugar de lo sensato.

 

Por último, unas reflexiones…

Cuanto más específico puedas hacer tu objetivo, cuanto más vívido sea en tu imaginación, cuanto más animada/o estés, es más probable que tengas éxito. ¡¡Porque sí, sí que PUEDES conseguirlo!!

Espero que esta guía de por qué fallan los propósitos de Año Nuevo te ayude a alcanzar sus metas este año. Si lo encuentras útil, compártelo con los amigos para que puedan tener éxito al igual que tu.

¿Qué esperas lograr este Año Nuevo?

Be happy!!

Carlos Barreto