Dentro de los ejercicios de autopercepción hay uno que es especialmente entretenido y revelador. El paso consciente. Está basado en la meditación de los monjes zen que pasean por las calles de Tokio practicando el kinhin, simplemente caminar. Ellos lo hacen tocando una campanilla, centrando su atención en el sonido y abstrayéndose del entorno para poder lograr la Claridad. En el ejercicio que os propongo hacemos algo parecido, pero más sencillo. El título me lo ha sugerido una de mis lecturas preferidas, Asterix. En fin, vamos a por ello.
En los artículos anteriores, comentaba la utilidad de la música para generar nuestro estado y como centrar la atención en nosotros y en nuestras sensaciones. Con este ejercicio, ampliamos y cerramos el ciclo, de la quietud, al movimiento. Más adelante, cuando hayas establecido tu frecuencia, puedes incluso correr y utilizar tu música de meditación para ello, te sorprenderá como mejoras en tu práctica.
Buscamos un lugar despejado, donde no nos podamos dar un trompazo ni haya mucha gente, preferiblemente. En invierno la playa es un lugar ideal. Decidimos primero cuantos pasos vamos a dar. Eso preparará nuestra mente para aceptar nuestras decisiones conscientes a un nivel más profundo. Al principio podemos hacer unos 10 ó 15. Una vez decididos, empezamos.
Nos colocamos en pie, relajados, y serenamos la respiración. Entrecerramos los ojos y dejamos la mirada un poco difusa. Después, cerramos un momento los ojos y tomamos una respiración profunda, soltando el aire como si fuera un suspiro sonoro, aaahhhhhhmmmm. Ahora, manteniendo la mirada difusa y centrando la atención en la respiración, empezamos a movernos para el primer paso. Trataremos de hacerlo sin forzar, fluyendo y sin más intención de tomar conciencia de todos los músculos que están implicados en el movimiento, dejando, eso sí, los brazos colgando. Al caminar, daremos un paso, haremos una respiración completa y, mientras, intentaremos tener la atención en la respiración y en los músculos que, ahora, reposan, pero acaban de estar activos. ¿Qué sentimos? ¿Qué nos dicen? ¿Y nuestra respiración? ¿Y nuestro corazón? Buscamos, en fin, todos los parámetros de percepción de que seamos capaces y que nos lleguen a la conciencia. Y repetimos. Con cada paso. En la siguiente vez, invertimos la toma de conciencia. La realizamos durante el movimiento. Así, tendremos dos niveles de trabajo, uno en quietud y otro en acción. Después, iremos manteniendo la atención durante todo el ejercicio, desde el principio al fin. La finalidad es poner el foco de percepción en todo el movimiento, pero haciéndolo poco a poco. Damos un paso y respiramos, tomamos conciencia, percibimos nuestro ser, damos otro paso y repetimos. Es un ejercicio en el cual se trata de mantener la fluencia de la conciencia pese a tener intervalos de quietud y movimiento.
Que lo disfrutéis.
Chas