Creemos lo que pensamos, pensamos lo que creemos.

Esta entrada viene al caso por una conversación mantenida con unas amigas el otro día. Pongo los antecedentes. Hace un año y medio, aproximadamente, yo pesaba unos 97 kilos y la cosa no pintaba bien. Mi forma física era de penita y mi forma de vida, tampoco era para echar cohetes…

Ahora la cosa ha cambiado. Peso 17 kilos menos, me levanto antes del alba, estudio, leo, hago ejercio, realizo mis tareas, etc., etc.

En definitiva, estoy, en casi todos los aspectos, físicamente mejor que cuando tenía bastantes años menos y ahora estoy en un nuevo cambio de paradigma, dentro del proyecto de cambio absoluto que vengo llevando a cabo desde hace ya casi dos años.

Así que mi aspecto, evidentemente, es otro. Y vuelvo al tema que nos ocupa. Estas amigas iban comentando precisamente el tema de las dietas de adelgazamiento. Así que cuando nos encontramos una de ellas me dijo: «¡Vaya, que delgado estás!¿Que dieta has hecho?». Esto me chocó. Bastante. La realidad es que no estoy a dieta. En el sentido de que es algo que hago y dejo y después vuelvo a hacer y vuelvo a dejar y vuelvo…

-«No estoy a dieta, simplemente, he cambiado mi forma de alimentarme y las creencias que tenía sobre la comida»- le dije – «Llevo comiendo de la misma forma hace más de un año, y no paso hambre ni es algo que me suponga esfuerzo. He cambiado mi fisiología con la alimentación y hago más ejercicio, eso es todo.»

-«O sea, ¡qué estás a dieta!…»

Y aquí viene el quid de la cuestión. Creo que, a veces, nuestras creencias nos limitan, incluso cuando las evidencias y los razonamientos nos están diciendo que hay algo que no está alineado con lo que deseamos. Mi creencia anterior sobre la comida es que esta era una forma de recompensa por «soportar y sufrir», así que me daba rienda suelta y me ponía como el Quico sin pensar en si era bueno o malo, solo si estaba bueno o malo. Ahora me alimento estupendamente, llevo una vida más sana y, además, no creo que la comida sea una recompensa, es una necesidad básica. ¡Y ojo! para nada estoy diciendo que no me guste una buena comida, al contrario, pero si que es cierto que uso el sistema de las comunidades antiguas, donde se comía prácticamente lo mismo todos los días, se cenaba prácticamente lo mismo todas las noches, los desayunos eran una forma de iniciar la jornada y no un mini-bufé para hartarse de comer. Y los días de fiesta… Bien, esos días, de fiesta o celebración, eran los que se hacían los «excesitos», que no excesos. Se mataba algún animal más grande, se hacía algo de dulce y se comía diferente y en más cantidad. Así el cuerpo estaba más limpio y el día de exceso se podía diluir en el resto de la semana. El ejercicio en el campo o con el ganado, compensaba el exceso de ingesta.

Así que, para esta amiga, yo estoy haciendo una dieta muy larga y no lo quiero reconocer. Su mapa mental no le permite ver lo que no quiere ver. Como dice ella; «calla, calla, yo con un buen arrocito y un trozo de bizcocho de chocolate, me quito todas las penas». Su mapa le dice que, ahora que viene el verano, tiene que hacer dieta, tiene que bajar peso como sea. Como pasará penas, después de conseguir perder, con grandes esfuerzos y cambios de humor, unos dos o tres kilos antes del verano, aprovechará el verano para recogerlos y volver a subir. Como el organismo ahora está escaso, pedirá más, y sus sensaciones, reforzarán la creencia nuevamente, con lo que tendrá la evidencia de que es imposible bajar de peso sin hacer dieta y, por ende, después volver a engordar.

Si, las creencias generan nuestros pensamientos y lo que pensamos, nuestras creencias. Podemos cambiar unas a traves de los otros, no como un acto de voluntad y de aceptación del sufrimiento, sino como parte del cambio de paradigma en el cual nos movemos. El territorio será igual, pero un mapa más amplio, nos permitirá ampliar la posibilidad de encontrar caminos nuevos para llegar a la cima…

 

© Carlos Barreto, creador. 2022 Todos los derechos reservados.

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